Miguel Azpeitia, director de Salud de Caser
La creciente preocupación política y social por la sostenibilidad del actual modelo de sanidad universal y gratuita, que constituye uno de los pilares mejor reconocidos del Estado del bienestar, ha reavivado la actualidad sobre el papel de la Sanidad Privada en España.
Miguel Azpeitia.
|
La fuerte tensión presupuestaria, consecuencia de la adversa situación económica a la que nos enfrentamos en España, ha sido, seguramente, el elemento reactivador del debate acerca de la contribución de la Sanidad Privada al desarrollo del modelo de asistencia sanitaria público.
Por una parte, la disponibilidad y el acceso de los ciudadanos a la Sanidad Privada supone que unos 8 millones de ciudadanos y sus familias destinen, además de su contribución con impuestos a la financiación de la Sanidad Pública, una parte de su renta disponible a pagarse su propia atención sanitaria. De esta forma, se produce un fuerte alivio de carga sobre el presupuesto sanitario. La cifra, aclarada recientemente en un informe de Idis, asciende a unos 1.500 euros por persona y año, habla por sí sola y constituye un elemento de primer orden de importancia para la viabilidad actual del modelo en el corto plazo.
Pero no es el corto plazo el único que merece ser considerado, ni aún cuando la urgencia aprieta. Adicionalmente al asunto presupuestario, la actividad de la Sanidad Privada hace otras importantes aportaciones a la sanidad en su conjunto y con ellas, a la sociedad. Si en estos momentos la necesidad puede impulsar las reformas, es especialmente oportuno ver más allá del mero ajuste de los presupuestos de los próximos dos años. Son varios los puntos sobre los que debemos hacer un breve análisis:
• Iniciativa. ¿Podemos hoy en día imaginar una economía próspera sin el ingrediente de la iniciativa privada? ¿O un sector económico completo? No parece rentable renunciar al empuje y compromiso de los emprendedores, el capital de la empresa privada, su capacidad de seleccionar las actividades en que arriesgar por lo que les va en ello.
• Innovación. Desde luego la innovación no es patrimonio exclusivo de la actividad privada. En los últimos años hemos podido ver una buena cantidad de nuevas fórmulas mixtas de gestión diseñadas e impulsadas desde diferentes consejerías de salud. Sin embargo, ésta quedaría incompleta sin la capacidad, en un mercado abierto, de que cualquiera que conciba un servicio nuevo que vaya a ser apreciado o una forma más eficaz de hacer algo, pueda someterlo al mercado y triunfar económica o profesionalmente.
• Flexibilidad. En muchos aspectos, la flexibilidad es el elemento diferencial con que los gestores privados cuentan. Las estructuras de compra, contratación de personal, control de inversiones y relación con sus usuarios en la Administración Pública no están pensadas para producir bienes o servicios con eficacia. Acomodar horarios, añadir o quitar un turno, operar de noche una instalación costosa, vender un equipamiento que ya no es muy necesario, o externalizar un proceso no son cuestiones sencillas para un organismo público y son tan necesarias en sanidad como en cualquier otra industria de servicios.
Podríamos concluir que un sistema sanitario equilibrado no puede desarrollarse sin las garantías de financiación, equidad, calidad y utilidad pública del Estado y sin una mayor presencia en el proceso de prestación del servicio de la iniciativa privada. Centrarse en el presupuesto no es suficiente; la reflexión abierta sobre el papel del Estado, y de la Sanidad Privada en la organización de la atención sanitaria es fundamental para que el sistema en su conjunto se desarrolle y evolucione centrándose en la atención al ciudadano.
|